martes, 1 de junio de 2010

EL MARTES DÍA 8 DE JUNIO NOS VISITAN PILAR Y NACHO: PEREGRINOS EN BICICLETA A JERUSALEM



En el año 2005 realizamos nuestra primera peregrinación en bicicleta. Somos cristianos que desde hace años seguimos el camino del Zen, un camino el nuestro de abismamiento silencioso y de oración cristiana. Conocemos por nuestro acercamiento al budismo Zen un santo budista chino del siglo VII, Hui Neng ( llamado en Japón Eno). Por lo que nuestro primer contacto con la peregrinación será un recorrido por el sudeste chino de más de 1.000 kilomentos en bicicleta que nos llevará, siguiendo los pasos de Hui Neng, a Shaoguan en la provincia de Guandong (Cantón). No hemos dejado peregrinar cada verano desde entonces.

En 2006, emprendemos una nueva peregrinación en bicicleta por la Via de la plata a Santiago de Compostela, una peregrinación inolvidable, pero las peregrinaciones siempre lo son.

En 2007, peregrinamos, también a Santiago, pero esta vez desde Le Puy en Velay, al oeste de Francia, siguiendo la Via Turonense en Francia y la “Ruta de la Costa” en España, hasta llegar a Santiago y Fisterra.

En la estación de Santiago de Compostela, ya de regreso a Salamanca prende el anhelo de una gran peregrinación a Jerusalem. Una peregrinación siempre te empuja a un nuevo camino. Eso lo saben muchos peregrinos que año tras año emprenden peregrinaciones a Santiago desde diferentes vías o desde las mismas. ¿Por qué esta extraña atracción a pesar de la dureza del camino? Tal vez porque, a diferencia del turista, el peregrino adelgaza su equipaje en el camino, y vuelve más libre, tal vez toque sin saberlo en algún momento del camino una libertad sin orillas que le empuje a un camino de nuevo, pero este no es siempre es una nueva peregrinación, ni mucho menos, muchas veces es un nuevo trabajo, una nueva relación con sus seres queridos, un viejo sueño que se hace posible…

A Jerusalem con dos pedales

Salimos de salamanca el 15 de Julio del 2008, con cincuenta euros en las alforjas, sabiendo que por nuestros propios medios no podríamos llegar ni a Burgos. Se trataba de un impulso absurdo y certero de echarse a andar, abrir este nuevo camino en nuestro interior. Cuando todo indica que no se puede pasar, pasar, dar el paso, de eso se trata. No teníamos el dinero ni el apoyo de familiares o amigos, ¡qué locura!, pero dimos el paso y el dinero llegó, y nuestros familiares y amigos viajaron un poco con nosotros, y otros muchos amigos que el camino nos fue dando.

Con 15 kilos en las alforjas, lo esencial para el camino (ropa, una tienda de campaña, un infiernillo), emprendemos viaje a Jerusalem, un viaje de 9.000 kilometros, seis meses y 12 países: España, Francia, Italia, Eslovenia, Croacia, Bosnia, Serbia, Bulgaria, Turquía, Siria, Jordania y finalmente Tierra Santa, Jersualem.

Fueron más de cien familias, ayuntamientos, congregaciones religiosas o monasterios los que nos acogieron, es decir, los que hicieron el viaje con nosotros. De lo más hermoso de la vida nadie queda fuera y así el camino fuimos incontables personas con nuestra tristeza, o nuestra ira o alegría, nuestra entrega o nuestra ciega obstinación.

Todos los días fueron importantes, irrenunciables. Hubo días mejores y días peores, pero todos fueron días de esfuerzo y encuentro. Hubo días que nos sentimos abatidos, cuando nos echaron de los lugares o el cansancio nos comía los nervios, pero esos días fueron tan importantes como los demás porque nuestra casa era seguir caminando, y al cabo descubrimos, sin tener nada propio, la abundancia, la riqueza inagotable de la tierra y sus gentes. No dependíamos sólo de nosotros mismos, sino de la hospitalidad de otros. Hospitalidad, una palabra sagrada hoy caída en el olvido, pero que aflora cuando nos dan la oportunidad.

España, viajar por España siempre es una bendición. A lo largo de más de 1000 kilometros, desde Salamanca a La Jonquera recorrimos los pueblos de Castilla, la Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña, con su carisma propio pocos fueron los que no se hicieron eco de nuestro viaje: en Fuentes de Nava (Palencia) dormimos en la piscina municipal, el cura de Luna (Huesca) no nos cree, pero Santiago, el teniente acalde del pueblo, sale con su coche a buscarnos en plena noche, disfrutamos de la paz del monasterio de la Oliva en Navarra acogidos por los monjes cistercienses, en Pont de Molins (Lerida) su alcalde nos deja una sala del ayuntamiento y con dos colchones que encontramos en la calle, aunque suene raro, dormimos esa noche como reyes; son sólo breves notas sobre tantas y tantas personas que en el camino de España encontramos.

Después alcanzaremos Francia, o mejor dicho, la costa azul francesa, camino de Italia. Zona de turistas y de dinero, las calles limpidas de Cannes, sus rocas rosas y la luz del mediterraneo, y es verano, un infierno para el peregrino, a duras penas encontramos un lugar en el campo donde poder levantar la tienda de Campaña. Pero en este “infierno” también hay ángeles, hay angeles en todas partes, las monjas Dominicas de Saint Maximin, por ejemplo, nos acogen tres días, al fin unos momentos de descanso y de paz. .

Llegar a Italia es regresar un poco a España, el talante abierto y llano, amistoso de los italianos, alivia nuestros pasos. Aquí serán los párrocos de los pueblos quienes nos acojan, a nosotros, y a otros peregrinos que van a Roma o a Asis. Eso sí, siempre es así, la hospitalidad de las gentes es inversamente proporcional a su nivel de vida: una casa rica, es más difícil que nos acoja, una casa pobre tiene poco y lo que tiene lo comparte.

Remontamos el valle del Po hasta llegar a Venecia, que más nos parece un museo que una ciudad viva, y llegamos Eslovenia desde Trieste.

Rápidamente entraremos en las montañas Croatas, habitadas por hombres y mujeres duros, orgullosos de si mismos: ¡Croacia es el ombligo del mundo!, nos dice apretando el puño una mujer; Croacia es un pueblo cansado, pensamos nosotros, agotado por una guerra brutal. Pero viven en ella hombres como Philip, un sacerdote que en su parroquia en las montañas de Novigrad, a 100 kilometros de Zagreb ha levantado un lugar de encuentro y descanso para todos, allí llegan artistas, grupos de estudiantes, religiosos, también nosotros, es un lugar para la esperanza.

Serbia es un pueblo alegre y social, y en España sólo conocemos su guerra. Y desde luego un pueblo hospitalario, curioso, abierto a lo nuevo, en esta ocasión lo nuevo somos nosotros. Aquí dormiremos en varios monasterios ortodoxos, habitados por monjas y regidos por un Pope o sacerdote ortodoxo; que con los párrocos de los pueblos no tendremos tanta suerte; aquí los Popes viven mejor que los curas “de entonces” en España: malo para el peregrino o para el desheredado.

Bulgaria la atravesamos más como turistas que como peregrinos. Los monasterios estan en las montañas y nosotros atravesamos el país hacia Turquía por el valle, pasando por hermosas ciudades como Sofía o Poznan, pero sin apenas contacto humano.

Ya en Turquía entramos en el calor humano y el color del mediterráneo, tierras de cereal y de cerezas: es verano cuando llegamos a Turquía y muchos días los campesinos no nos dejan pasar sin un par de kilos de cerezas que dejamos sumar al equipaje. Disfrutamos de Edirne, y claro, Estambul, y sus calles estrechas y febriles de comercio y de té a lo sombra de los edificios.

A lo largo de más de mil kilómetros atravesamos la gran meseta de Anatolia central. Somos acogidos en nuestra peregrinación cristiana por innumerables familias musulmanas. Visitamos la tumba del gran místico sufí Mevlana, en la ciudad de Konya, lugar de peregrinación para muchos musulmanes. Finalmente regresamos la humedad y los pinos del mar mediterráneo al llegar a Tarso, la antigua ciudad romana al este de un mar que es siempre nuestra referencia en el camino, siempre a nuestra vera, a nuestra derecha terminamos encontrándolo. En Iskanderum (la antigua alejandreta), cercana a la frontera con Siria, sentados frente al mar, nos damos cuenta de los kilómetros recorridos imaginando España frente a nosotros, allende el horizonte, al otro lado del mar.

Entramos en Siria, un pais de terroristas y fanáticos religiosos, según el telediario. ¿qué nos encontraremos?; entrar en un país es como dormir con un desconocido, no sabes lo que te espera, atiendes a sus gestos, sus costumbres, tienes que saber con quien duermes, y además quieres saberlo, para eso estas allí.

Después de atravesar Siria de Norte a Sur a lo largo de 700 kilómetros, dormir con familias, monasterios, párrocos… podemos decir: entramos en Siria, un país tolerante en el que conviven en paz y armonía cristianos y musulmanes, habitada por gentes hospitalarias, que reciben al extranjero con orgullo en su casa, gentes alegres, festivas, un poco como nosotros los españoles, no somos tan distintos.

Tras salir de Siria, pasamos apenas un breve día atravesando una esquinita de Jordania y llegamos a Israel. Cruzamos el río Jordán, frontera natural entre Jordania e Israel y llegamos al mar de Galilea. Si en el nuevo testamento se nos presenta como un mar de pescadores, hoy es una reserva natural en su mayor parte y lugar de descanso para los hebreos, que acuden a Tiberias en el verano a disfrutar con sus motos de agua.

Cerca de las ruinas de Cafarnaum hay varios monasterios, y curiosamente ninguno nos acoge, pero nos hacemos un hueco cerca de las ruinas de la antigua ciudad: nos bañaremos en el lago, oraremos y dormiremos bajo las estrellas. Al día siguiente sí encontraremos acogida en el monasterio de Tabga, regentado por un pequeño grupo de benedictinos y voluntarios alemanes.

Desde Nazaret, que disfrutamos en el junto a Khalil, un joven palestino resistente a la opresión hebrea, salimos hacia Cisjordania, queremos pasar por palestina: por solidaridad con su pueblo, vivir con ellos unos días los controles militares, el cansancio, el miedo, la resistencia y el anhelo de vivir dignamente, porque Cristo recorrió esa región numerosas veces (Ramalah, capital de Cisjordania, significa el lugar por donde Dios pasó). Y el día 11 de agosto, un año después de nuestra salida de Salamanca, entramos en Jerusalem, la ciudad de las tres religiones y los mil conflictos, que parece mostrar como en un espejo la guerra interminable del hombre con el hombre y el esfuerzo inagotable de muchos que desde la sombra pujan por alcanzar una paz real y duradera.

Subimos con nuestras bicis las escaleras del “Via Crucis” hacia el Santo Sepulcro y allí hacemos silencio a los pies de la iglesia, y en el silencio a los pies de lo sagrado dejamos los nombres de todos los que hicieron camino con nosotros: musulmanes, cristianos, agnósticos o ateos.

También visitamos con respeto y devoción el Muro de las Lamentaciones, donde los judíos oran esperando el día del tercer templo de Jerusalem, y la mezquita de La Roca, lugar desde el que según las escrituras musulmanas mahoma ascendió al cielo.

Pero nuestra peregrinación no ha terminado. El viaje interior termina en Belén. Allí pasaremos dos noches acogidos por unas monjas greco-católicas y oraremos en la Iglesia de la Natividad. El viaje a Jerusalem ha terminado, ¿pero el viaje interior es que termina?, ¿es que no camina el corazón de todos los hombres?, ¿y hacia dónde?...

Leer y ver más en: http://www.silencioserueda.com/

4 comentarios:

Unknown dijo...

A mi me parece interesante el recorrido que cogieron para hacer esa ruta donde puedes observar todas las religiones, costumbres, culturas etc. Tambien conocer de la manera que te va a trata la gente de otros paises....
Pienso que es un viaje inolvidable en el que aprendes cosas nuevas muy interesantes.

Unknown dijo...

Hay que ser valiente para atreverse...¿ quien seri capaz de hacer ese recorrido?
Yo creo que es una de las mejores maneras de conocer las
culturas, costumbres de todas las partes del mundo.

Unknown dijo...

A MI me ha parecido muy interesante el viaje, porQue puedes aprender muchas cosas y bservar las costumbres i culturas que hay.

Mustelido dijo...

Que envidia. Yo también soy biciperegrino y me muero por hacer este recorrido, ciclista, humano y espiritual. Gracias